Las representaciones luba de portadoras de cuencos servían como instrumentos de adivinación personal y, en los siglos XVIII y XIX, se consideraban principalmente símbolos de oficios sagrados. Al igual que el asiento del oficio expuesto en las cercanías, estas imágenes femeninas aluden a la poderosa relación entre las mujeres y la realeza luba, y a la importancia de la comunicación con el mundo espiritual en el contexto de la adivinación y la curación. Solo unas pocas obras se han atribuido a lo que los estudiosos han descrito como el Taller Lukuga Medio. Distintivas por sus rostros oblongos, frentes anchas, cejas arqueadas y caídas, narices rectas y rasgos, en general, delicadamente tallados, estas figuras muestran la influencia de los pueblos hemba vecinos.
